Aisha canturreaba las palabras de la canción que no podía quitar de su cabeza- Un dios maldijo la vida del emigrante/ serás mal visto por la gente en todas partes/ serás odiado por racistas maleantes…. Estas palabras con el ritmo tan llevadero la dejaban tranquila; era como su antídoto del día, pensaba. Aisha recién había descubierto al grupo y compró el disco sin vacilar para tener más cerca este consuelo solidario... Con el grupo, se imaginaba cantando, casi gritando, eufórica en el metro “somos distintos, somos iguales”; o cuando caminaba por la calle, “pero en la calle nadie lo sabe…”; pero ya en la puerta de su casa, su entusiasmo ligero se resignada a un casi silencioso “pan para todos, tenemos hambre…”, “pero los ricos no lo comparten”. A Aisha le encantaba la forma de bailar del cantante, como si sacudiera de encima todos los prejuicios, todos los dolores; como si en un trance, entraba en otro mundo, su propio mundo, donde ya no le afectaba nada de nada…
Hace ya un año que vivía en España. Aisha no lo podía creer. Cómo pasa el tiempo, decía … y cómo había cambiado, pensaba. Ya no se reconocía, España le había contagiado de su espíritu luchador, vulgar, urgente; con su vivacidad regeneradora, despertaba en ella todas esas emociones de amor, de libertad, de vida… no había vuelta atrás pensaba… Aunque quería a su país, pensaba quedarse aquí, aunque sabía que no iba a ser fácil sobre todo cuando venías de una comunidad marginada, despreciada, caricaturizada… de una comunidad que tantos años vivió bajo protección de España, de un pueblo que vivió siempre en la sombra de esa mítica España, tan cerca y tan lejos…
Siempre dejaba en Aisha un sabor amargo el recuerdo de hombres marroquíes ya europeizados que daban vueltas y vueltas en su vecindario de Targuist, en sus coches majestuosos con placa de España, ostentando orgullo, virilidad y dinero…las chicas se enloquecían literalmente, soltaban risas histéricas, hacían todo para destacarse…se ponían al tanto de todo lo que pasaba en España, hasta hacían el esfuerzo de memorizar unas cuantas frases en español para impresionar al pretendiente, por si acaso se les presentara el gran honor y privilegio de montar en tal máquina mágica y preciosa…
Aisha recuerda que también su corazón palpitaba fuerte al pasar por su lado este trozo de paraíso lento y provocador ... recordaba las palabras edulcorantes, la súbita tentación que surgía de su profundo corazón que no le dejaba otra opción que montar rápido, rápido en el coche…y dejarse al capricho de este “europeo” que hablaba de la felicidad, dinero fácil, vida lujosa.
Desde niña, veía con envidia los que volvían de vacaciones de Europa, cargados hasta rebosar de regalos, walkmans, móviles... con todas estas novedades que no causaban sino maravilla y admiración en los ojos desorbitados de la familia…
Promesas, piensa ahora. Promesas falsas. Recuerda cuando llegó aquí por primera vez, tras el largo e interminable trayecto de Alhucimas hasta Almería, su cabeza estaba tumultuosa, vacía… extrañaba a toda su familia, a su madre en el puerto gritando, soltando todas las plegarias posibles, suplicando al buen Dios un futuro seguro y feliz para su única hija…ay Dios…la ingrata la dejaba, la dejaba sola…cómo iba a vivir ahora, ya en el umbral de la muerte… Luego vinieron los días de soledad, de dolor, de inseguridad, de encerramiento en casa, todo el día, esperando la llegada de su esposo. Y luego en las noches, la brusquedad con que hacía el amor, el dolor y miedo que sentía, el inmenso dolor y luego, quieta, yacía al lado del hombre hecho bulto, intentando recuperar la respiración normal, intentando transportarse a su pueblo para sacar fuerzas con las caras familiares, en los brazos reconfortantes de su madre…
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